El monje budista habla de la necesaria fortaleza interna para conservar la felicidad a pesar de las situaciones externas
Matthieu Ricard, el monje budista declarado el hombre más feliz del planeta tras un estudio neuronal de la universidad de Wisconsin (EEUU), recordó en Chile que el amor «es lo único que siempre se dobla cada vez que inviertes».
Este antiguo biólogo molecular francés de 68 años ha encontrado el real éxtasis en sus infinitos paseos por el Himalaya. Ricard cambió la bata del laboratorio por la túnica del monasterio nepalí Shechen Tennyi Dargyeling, pero lo más significativo para él fue cambiar su forma de vida.
«Me di cuenta de que no logré encontrar una correlación entre tener un talento particular y ser una buena persona. Que seas un artista excepcional no quiere decir que seas un ser humano excepcional», señaló este francés autor de títulos como «El viaje hacia la Iluminación«.
NECESIDADES INTERNAS Y EXTERNAS
Al conocer a los grandes maestros del budismo se dio cuenta de que para predicar la felicidad «no se puede ser sólo el mensajero, hay que ser también el mensaje». Cambió el microscopio y las probetas por la meditación y el estudio, lo que lo convirtió en el único europeo que sabe tibetano clásico. Y afirma que a pesar de las condiciones externas «la felicidad está en la mente de cada uno».
«Por supuesto que las condiciones importan: necesitamos remedios, fiesta, educación y libertad para florecer, pero no podemos negar nuestras necesidades internas», concluyó este amante de lo contemplativo, que a los 30 años decidió acogerse al celibato.
LA ENSEÑANZA DE LOS GATOS
La clave para el rapado budista está en emular a los gatos: «Hay que construir recursos internos. Los gatos siempre caen sobre sus patas y nosotros tenemos que tener la seguridad de que cuando lleguen las adversidades sabremos sortearlas con nuestra fuerza interna. Tu mente puede ser tu mejor amiga o tu peor enemigo»,
Todo el dinero de las ventas de sus libros lo ha entregado a la caridad y aunque es consciente de que ver el sufrimiento de los demás es difícil, considera que no existe el exceso de compasión, pero sí «la fatiga de empatía».
«La compasión y la empatía funcionan de modos distintos. Hay que cambiar la empatía por amor puro y en ese momento cualquier átomo de tu cuerpo que pueda estar sufriendo se transforma en un átomo de amor y tu estado mental es completamente distinto».
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